La historia de la Pava Aliblanca es de Ripley. Fue registrada por primera vez en 1877 y declarada en extinción un siglo después. Y, como para no creerlo, hizo una “aparición fantasmal” hace pocos años, para instalarse de nuevo en el último rincón natural en el mundo donde eligió vivir: el bosque seco del noreste del Perú (Lambayeque, Piura, Tumbes y Cajamarca). Lo más probable es que nunca desapareciera, pero así lo creyeron los biólogos que siguieron las pistas del estudio de un ejemplar cazado en Tumbes por su descubridor científico, L. Taczanovski.
La Pava Aliblanca, se perdió entre la vegetación o tomó largas vacaciones. Tal vez sólo escapaba del acecho de los cazadores, hasta que en 1977 el conservacionista peruano Gustavo del Solar y su colega John P. O’Neill, de la Universidad Estatal de Luisiana (Estados Unidos), redescubrieron a la especie en la quebrada San Isidro, distrito de Olmos, en Lambayeque.
En realidad la Pava Aliblanca, está al borde de la extinción, con una población que no supera los 350 ejemplares, debido, entre otras causas, a la caza indiscriminada, una lenta reproducción y al ataque de sus tradicionales depredadores (boas, gatos monteses, urracas, zorros, gavilanes, águilas y otros).
Odian la soledad, son emocionalmente dependientes y por eso viven en pareja. También son “egoístas”, es decir, prefieren reproducirse una vez al año y poner sólo dos huevos, para disfrutar el mayor tiempo posible de una eterna luna de miel, alejados de los pichones.
Son muy lindas es decir no les gusta estar cerca de la gente cuando ven gente cerca de ellas alzan vuelo y se van a esconderse hasta volver a salir cuendo notan la soledad.
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